COMO LLEGAR. Desde Asilah se pueden seguir tres itinerario distintos (Ver accesos 1):
- Itinerario 1: El de más kilómetros pero el aconsejable si se conduce de noche.
- Itinerario 2: El más corto y rápido (aprox. 2h15m.).
- Itinerario 3: El de más duración (2h30m.) pero aconsejable, por la espectacularidad del paisaje, en los días de buen tiempo (excepto verano) y con luz solar
Ya en Chaouen aconsejamos el itinerario marcado en el siguiente plano en el que viene indicando el único acceso con vehículo a la Medina. (Aparcamiento del Parador de Turismo).
La suculenta, vertiginosa, espectacular carretera del Rif descubre al paso, un remolino de casas protegidas por unas puntiagudas montañas. Es la ciudad de Chaouen, que en bereber significa ‘los cuernos’. Un guiño lingüístico que le viene dado por los nudos montañosos que la protegen.
Chefchauen, Chauen, Xauen (como se la conoce y se la nombra) parece una aparición, un oasis azulado en medio de una paleta ocre, semi-desértica, semi-divina. Situada a unos 600 metros de altura, con apenas 27.000 habitantes, unos cuantos hoteles y restaurantes, es la parada más fascinante del Marruecos que trepa por las aventureras (por llamarlas de algún modo) montañas del Rif.
Nada tiene que ver Xauen con el bullicio de Fez, Marraqueck, Essauira, Agadir, Casablanca. En Chauen reside la calma, la invitación al paseo por las callejuelas empedradas, la parada para tomar té en La plaza de Makhze o en la Uta el-Hamman, para liberar las toxinas en cualquiera de los hammam (auténticos como en pocos sitios de Marruecos) que se esconden en cada esquina de la vieja ciudad.
HISTORIA
Chauen fue construida en el año 1.471 por Moulay Ali Ben Rachid con el fin de que sirviera de base para las tribus bereberes del Rif que en aquel entonces se encontraban en trifulcas con las tropas portuguesas, situadas en Ceuta. Éste era un punto estratégico que poco a poco fue moldeándose, creciendo y prosperando. En aquel entonces comenzaron a llegar a Chauen los moriscos y los sefardíes que huían de la toma de Granada en 1492. Ellos, precisamente fueron, los que comenzaron a construir las pequeñas casas encaladas con sus balcones, los techos de teja y los patios salpicados y aromatizados por limoneros y naranjos. En aquel entonces comenzaba a nacer el Chauen que es hoy. Un laberinto, pequeño y caprichoso, en el que abres una puerta y descubres que eso del edén existe, en miniatura, pero existe. También de aquel momento fueron las primeras postales de casas a medio tono entre el blanco de cal y el azul tenue y sutil.
Pero esta imagen de Chauen, de ser el pueblo azul del Rif, no llegó hasta el año 1930 cuando los judíos comenzaron a pintar las fachadas de sus casas de esta tonalidad. «Para ahuyentar a los mosquitos», siguen repitiendo los locales… Y para que los días de luz directa se forme en los ojos de lo viajeros un oasis divino, un mar cristalino, tentador y relajante en plena montaña.
Es curioso de la historia de Chauen el conocer que estuvo absolutamente aislada del resto del mundo. Se prohibió la entrada de extranjeros hasta que fue ocupada en 1920 por las tropas españolas. Evidentemente en aquel entonces no era usual encontrar en Marruecos un rincón donde se hablara sefardí. Esa fue la magia y la sorpresa de Chauen. Las tropas españolas fueron de nuevo expulsadas durante los años de batallas en las montañas de Rif (hacia 1924 y 1926). Habría que esperar al 56, año de la independencia de Marruecos, para volver a encontrar a extranjeros deambulando por las callejuelas de esta ciudad.
VISITA GUIADA
Existe una medina, relativamente pequeña y visitable a pie, con balcones de los que penden, de extremo a extremo, coloridos telares y por la que podemos acceder, entre otras por la puerta Bab Al-Ain (A). Desde allí recorremos la empinada C/Lalla Horra y Sharia As-Saida para llegar a la deliciosa plaza de Uta el-Hamman (B), adoquinada, rodeada de cafés y restaurantes, dominada por las rojas murallas de la kasbah (C), que con sus torres rojas y almenadas dio origen a la ciudad y donde estuvo preso el mismísimo Abd-el-Krim. Fue restaurada en el siglo XVII para defender la ciudad de las tribus bereberes y de los españoles. En su interior (se puede visitar) encierra encantadores jardines de estilo andaluz y un pequeño e interesante museo, en el que destacan tanto la colección de instrumentos musicales tradicionales como los espléndidos palanquines de madera pintada.
En esta plaza se encuentra la Gran Mezquita, que destaca por la forma octogonal de su minarete. En el lado noroeste hay un funduc (o caravanserai) (D), que se utilizaba ( y aún hoy en día es utilizado, especialmente en día de mercado) para acomodar a los peregrinos , viajeros y sus caballerías, merece la pena entrar y ver su patio interior, especialmente en día de mercado, es un viaje al pasado. Esta plaza es deliciosa con la puesta de sol. Es cuando los cafés, que se abren en lo alto de las casas, permiten ver el juego cromático de luces sobre las casas de la ciudad.
Merece también perderse por la plaza de Al-Makhze (E), al menos para el que guste de comprar recuerdos típicos de Marruecos, ya se sabe unas babuchas, unas jarapas, unas teteras y alguna chilaba. Éste es el lugar. Un surtido de tiendas. Regatee, lo dictan las costumbres de la tierra. Si se sigue la calle principal hasta el fondo de la ciudad, a través de esta misma plaza y más allá de la infinidad de pequeñas tiendas que dan directamente a la empinada calle adoquinada, saldremos de la medina por la puerta Bab Al-Ansar (F) y llegaremos al lugar bajo las montañas en que una cascada se precipita en el río, la fuente Ras El-Ma (G). Aquí las mujeres lavan la ropa e incluso la lana de las ovejas y los niños, cuando el tiempo acompaña, se dan refrescantes chapuzones.