El Arte en Marruecos

Arte almorávide

Los almorávides cuyo nombre deriva de al-murabitum o moradores del ribat (especie de monasterio-fortaleza habitado por monjes-guerreros, asimilables en cierta mediada a las órdenes militares occidentales), procedían del desierto sahariano. Este primer movimiento que unificó  Marruecos, Argelia occidental y al-Ándalus(1056-1147) eligió como capital Marrakech. Se definían por un rígido puritanismo religioso aunque alcanzaron una gran trascendencia artística dado que, por primera vez, la influencia andalusí incidió directamente sobre el norte de África.

El arte almorávide está caracterizado en una primera época, que abarca la segunda mitad del siglo XI, por la sobriedad constructiva, determinada por el austero ascetismo religioso y la función militar propia de la unificación de las guerras religiosas. Se abandona la columna en favor del pilar y los elementos ornamentales se reducen a líneas sobrias y claras.

En arquitectura, los rasgos generales del arte almorávide son la utilización de pilares de ladrillo en sustitución de las columnas, que solo se encontrarán en los ámbitos más nobles de las edificaciones, la variedad de los tipos de arcos: mixtilíneos, túmidos, polilobulados, trebolados o lambrequines, el cubrimiento con bóvedas de arcos entrecruzados que acogen profusa decoración, en ocasiones calada en los espacios entre los nervios y la aparición, procedente del islam oriental, de los mocárabes. Todos estos rasgos serán heredados por el arte almohade.

Arquitectura

Durante el reinado del monarca Yusuf ibn Tasufin (1061 – 1106), las obras emprendidas aún acusaron la austeridad y desornamentación impuestas por su fervor religioso. No obstante, este rigor decayó con su hijo Alí ibn Yusuf (1107-1142) quien deslumbrado por el refinado ambiente cortesano de las taifas andalusíes, patrocinó diversas obras cuajadas de los más bellos elementos decorativos.

A pesar de hallarse el foco originario en al-Andalus, las construcciones documentadas se encuentran en el norte de África; es más, dentro de ellas, son los edificios de carácter religioso los mejor representados. A ellos corresponden las mezquitas de Tremecén y de Argel, las cuales siguen el modelo habitual de naves perpendiculares al muro de la qibla.

Excepcionalmente, como sucede en la mezquita Qarawiyin de Fez, se emplean naves paralelas a la qibla siguiendo el modelo de la mezquita de Damasco. En ambos casos, las naves extremas se prolongan formando las galerías que enmarcan el patio, de modo que este pasa a tener unas dimensiones más reducidas.

El soporte preferido será el pilar en sustitución de la columna. Adoptan el arco de herradura y lobulado a los que añaden arcos de herradura apuntados, lobulados trebolados, mixtilíneos y de lambrequines, formados estos últimos por pequeñas curvas, angulos rectos y claves pinjantes.

En relación con el desarrollo de los arcos aplican desde el salmer un motivo en «S», denominado serpentiforme. El sistema de cubiertas preferido es a dos aguas, creando las techumbres de madera a par e hilera que alcanzaran un gran desarrollo en el arte mudéjar.

Al mismo tiempo realizaron bellas cubiertas cupuladas. Unas, representada por la cúpula ante el mihrab de la mezquita de Tremecén, seguirán el modelo cordobés de arcos entrecruzados que dejan la clave libre si bien, en este caso, arrancan de trompas angulares de muqarnas y emplean unos plementos de estuco calado decorados con exuberantes motivos florales. A partir de esta obra, en que se documenta la introducción en el Magreb de la muqarna o mocárabe, aparece otro tipo de cúpula denominada de muqarnas, cuyo modelo es la existente en la mezquita de Qarawiyin en Fez.

Pero el más característico ejemplo de la sobriedad de la arquitectura almorávide lo constituye la cúpula almorávide de Qubbat Barudiyin de Marrakech, de 1120. Este pequeño pabellón alojaba una fuente de la mezquita de Alí ibn Yusuf, y muestra la continuidad de las técnicas constructivas y ornamentales del periodo de taifas de Al-Ándalus que fueron asimiladas en el magreb. Localizada en un anexo de la mezquita, este pabellón de planta rectangular alberga en sus cuatro muros vanos alternantes de arcos lobulados, de herradura y mixtilíneos. El recinto interior es independiente de la bóveda, gallonada en forma estrellada dividida en ocho segmentos que se apoyadan en una base octogonal de arcos polilobulados, que sigue la tradición de la bóveda central de la macsura de la Mezquita de Córdoba. La bóveda aparece profusamente decorada con muqarnas, y fue iluminada probablemente mediante ventanas vidriadas coloreadas fijadas en parrillas de estuco.

Arte almohade

La laxitud moral y la degradación de costumbres de los almorávides dio lugar a un nuevo movimiento rigorista, los almohades, al-muwahhidun «los unitarios». Estaba encabezado por Ibn Tumart quien procedía de un medio tribal del Alto Atlas. Su continuador, Abd Al-Mumin, se nombró califa, tomó Marrakech en 1147 y emprendió la conquista del resto de imperio incluyendo Túnez. Al-Andalus fue incorporada definitivamente por su sucesor Abu Yaqub Yusuf quien eligió, en 1172, Sevilla como capital del nuevo imperio.

El retorno a la austeridad más extrema se trocó, aún más rápidamente que en el caso de sus predecesores, en uno de los momentos artísticos de mayor brillantez, particularmente en el terreno de la arquitectura. De forma que, el arte almohade (1130-1269) va a continuar la estela almorávide consolidando y profundizando sus tipologías y motivos ornamentales. Va a construir con los mismos materiales: ladrillo, yeso, argamasa y madera. Y, va a mantener como soporte el pilar y los arcos empleados en el período anterior.

Arquitectura religiosa

Sus mezquitas, excepto la inacabada de Rabat, van a seguir el modelo de la mezquita de Tremecén, con naves perpendiculares al muro de la qibla. En ellas, se potencia un esquema en «T» mediante cúpulas que son de muqarnas en la mezquita de Tinmal y en la Qutubiyya de Marrakech. Asimismo, la Qutubiyya, la de Hasan y la de Sevilla cuentan con alminares muy semejantes entre sí. Se caracterizan por su planta cuadrada y su alzado compuesto por dos torres, una de las cuales alberga a la otra y entre las que discurre una escalera o una rampa en el caso de la Giralda de Sevilla. La torre interior está formada por estancias abovedadas superpuestas que tendrán repercusión posterior en las torres campanarios mudéjares, sobre todo de Aragón.

Arquitectura palatina

Desarrolla los patios cruceros que ya habían hecho su aparición en Medina al-Zahra aunque es, en estos momentos, cuando adquieren un gran protagonismo. Sus mejores testimonios se hallan en el Alcázar de Sevilla donde se han conservado el patio de la casa de Contratación y otro, actualmente subterráneo, conocido como el Jardín Crucero o los Baños de doña María de Padilla. Estos posiblemente fueron trazados por alarifes que realizaron el patio crucero del Castillejo de Monteagudo, mandado construir por el gobernante beréber del reino independiente de Murcia. Este esquema será retomado en los patios nazaríes y mudéjares. Igual repercusión tendrá otra novedad que aparece en el Patio del Yeso del Alcázar sevillano. Consiste en la colocación de unas pequeñas aberturas o ventanas cubiertas con celosías de estuco sobre el vano de acceso a una estancia para permitir su iluminación y ventilación.

Arquitectura militar

Experimenta un enriquecimiento tipólogico y un perfeccionamiento de su eficacia defensiva de gran trascendencia, incluso, para el ámbito cristiano. Aparecen complejas puertas en recodo para que los atacantes al avanzar dejen uno de sus flancos al descubierto; torres poligonales para desviar el ángulo de tiro; torres albarranas separadas del recinto murado pero unido a él en la parte superior mediante un arco superior y cuya proyección hace que aumente su eficacia defensiva respecto a una torre normal; muros corachas que discurren perpendiculares al recinto murado al objeto de proteger una toma de agua, una puerta y evitar el cerco completo; así como barbacanas o antemuros. Entre las fortificaciones destacan las alcazabas de Cáceres, Badajoz, donde se encuentra la torre albarrana de Espantaperros, y Sevilla; a esta última pertenece la famosa torre albarrana poligonal conocida como la Torre del Oro.

En el terreno decorativo aplicaron un repertorio caracterizado por la sobriedad, el orden y el racionalismo. Ello se tradujo en la aparición de motivos amplios que dejan espacios libres en los que triunfan el entrelazo geométrico, las formas vegetales lisas y el rasgo ornamental más novedoso, la sebqa. Esta composición que decora la Giralda, consiste en una doble trama romboidal en dos planos compuesta por arcos decorativos superpuestos a partir de la clave de los inferiores. Otra decoración arquitectónica que aparece en este mismo alminar y en la Qutubiyya es la cerámica, en la que se aplica la técnica del alicatado; es decir, piezas recortadas que, combinadas entre sí, componen un motivo decorativo.

En otras ocasiones, estas manifestaciones aúnan el carácter ornamental como el funcional. Es el caso de la madera con la que se realizaron techumbres de par y nudillo con tirantes cuyo ejemplar más antiguo cubre la nave axial de la Qutubiyya de Marrakech. Estas armaduras estaban llamadas a adquirir un gran protagonismo en el arte mudéjar.

Las producciones artísticas de este período están peor representadas a causa de su confusión con las de otros períodos artísticos. Así sucede con los tejidos que se distinguen con dificultad de los mudéjares. Acusan una práctica ausencia de motivos figurados así como un aumento de decoración geométrica y epigráfica a base de la repetición insistente de palabras árabes como «bendición» y «felicidad». En la metalistería destacan aguamaniles que representan figuras animales decoradas con incisiones vegetales cinceladas como el león de Monzón de Campos que hasta fecha reciente era considerado una pieza califal.

Lee más en nuestro blog

Reserva tu estadía

Rellena los siguientes campos para comprobar si hay disponibilidad en las fechas que deseas